Damos
el nombre de planta medicinal a toda aquel vegetal que tiene propiedades
positivas que pueden ser utilizadas bien directamente o bien maceradas o
en infusión con el fin de contribuir a una recuperación o mejora del
estado de salud de un sujeto con algún tipo de enfermedad.
El
uso de estas sustancias se conoce ya desde la antigüedad, nombrándose ya en el
papiro de Ebers (Egipto, alrededor del 1550 a.C) más me medio millar de plantas
medicinales. Y con el paso del tiempo y la observación de nuevas especies y
variedades, en realidad podemos encontrar muchas más.
El
conocimiento respecto a para qué se utilizaban y cómo usarlas ha ido pasándose
de generación en generación y ha ido modernizándose poco a poco hasta día de
hoy. De hecho, aunque el uso de plantas medicinales parece algo del pasado, lo
cierto es que según la OMS el porcentaje de población que utiliza algún tipo de
hierba medicinal es bastante elevado. En muchos casos no nos damos ni cuenta,
como por ejemplo cuando tomamos manzanilla cuando nos duele la barriga o nos
tomamos una tila para relajarnos.
Si
bien por norma general el uso de estas plantas pueden ser beneficiosas, lo
cierto es que hay que tener en cuenta que tienen sus limitaciones: a menudo la
concentración de principios activos es muy baja y sus efectos son más limitados
que otras alternativas. Asimismo, debe tenerse precaución con posibles
interacciones cuando se consumen con fármacos (por ejemplo, hay que
consultar al médico si empleamos hipérico y antidepresivos).
El
uso de plantas medicinales tampoco está especialmente regulado, con lo que
pueden darse malos usos y no tenerse en cuenta posibles interacciones con
medicamentos y otras contra indicaciones. Y finalmente, y esto es algo que
hemos comentado anteriormente, el uso de plantas medicinales no tiene un
objetivo puramente curativo: no debe sustituir la consulta al médico ni la toma
de medicación.

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